Panel 7 : Historias del agua

Desde el principio, los habitantes de Libourne disponían de varios recursos para obtener agua. Podría tratarse del agua de los ríos Isle y Dordoña, del agua de los numerosos manantiales y arroyos del territorio y, por último, del agua de los pozos.  Pero la calidad de estas aguas era variable. En concreto, el agua de los ríos necesitaba ser filtrada, especialmente después de un período de inundación.

Sin embargo, a lo largo de su historia, el suministro de agua potable a Libourne no ha sido tan fácil como parece. Las fuentes de todo tipo dan testimonio de ello.

A/ LA FUENTE ROUDEYRE, UNA FUENTE EN LAS AFUERAS DE LA CIUDAD

El uso de la fuente Roudeyre es muy antiguo. Situada cerca de las orillas del río Isle, el manantial que la alimenta ofrece la ventaja de tener un flujo regular.

En 1683 ya había un estanque, pero su mal estado hizo necesario someterla a unas obras de reforma.  Famosa por la calidad y la seguridad de sus aguas, esta fuente situada lejos del centro de la ciudad, estuvo durante mucho tiempo libre de la contaminación urbana. Era utilizada principalmente por los habitantes del barrio, que por entonces eran pocos, y por los marineros que, para sus viajes en gabarra, acudían a ella a aprovisionarse.

Durante los siglos XVIII y XIX, el municipio fue realizando regularmente trabajos de mantenimiento y de reforma de la fuente Roudeyre. Incluso se llegó a considerar el desvío de sus aguas hacia el centro de la ciudad. Unas obras de reforma realizadas en 1832 le dieron a la fuente su geometría actual y su columnata. En un principio no se tenía pensado darle a la fuente el aspecto actual de monumento de tipo grecorromano. Estas columnas sostienen un gran tejado de tejas, que cubre el estanque y sus inmediaciones. En la periferia, sostienen las paredes de tablas. El edificio albergaba por entonces un lavadero y a sus lavanderas. Estas últimas pagaban una regalía a un agricultor, que explotaba el lavadero en nombre de la ciudad.

Este agricultor tenía como misión el mantenimiento y la vigilancia para preservar la calidad del agua y la limpieza de las pilas, que debía vaciar y limpiar todos los días. En particular, no se debía, bajo ningún pretexto, «echar ni en las pilas de la fuente, ni en el lavadero, ni en la losa de lavado ninguna especie de carne, tripas, pescado u otros objetos de esta especie». Aquí se puede comprender hasta qué punto han cambiado las prácticas domésticas desde el siglo XIX.

En cuanto al lavadero, la llegada de las lavadoras los privó de su utilidad.

En 1951, el agua de la fuente Roudeyre fue declarada no apta para el consumo. Esto puso fin a unos usos centenarios, que ya habían desaparecido en gran medida. Tras un tiempo amenazado con la demolición, fueron unas obras de restauración las que, a principios de la década de 1960, dieron al lavadero el aspecto que hoy conocemos.

Convertido en un lugar donde pasear y descansar, la Fuente Roudeyre sigue siendo un testimonio del pasado de todo un barrio: el Quartier des Fontaines. De hecho, sigue siendo el último ejemplo de los múltiples arroyos acondicionados y lavaderos existentes hasta el siglo XIX en este sector de las orillas del río Isle.   

B/ EL AGUA EN EL CORAZÓN DE LA BASTIDA

Durante la Edad Media, uno de los principales puntos de agua de Libourne fue la Font Neuve. Se trata de un arroyo, cuyo manantial está situado en el centro de la ciudad, a unos 400 metros del río Dordoña. Este manantial fue rápidamente convertido en una fuente. Ampliamente utilizada para usos domésticos, su agua también fue utilizada por los numerosos carniceros y pescaderos del mercado cercano. Si bien el arroyo se fue volviendo insalubre, la fuente y su conducto de evacuación fueron restaurados en diversas ocasiones.  Estas obras fueron en el origen del nombre que recibe la fuente, la Font Neuve, es decir, la Fuente Nueva.

Desde finales del siglo XVII, el suministro de agua potable se convirtió en un problema para Libourne. Los pozos públicos eran demasiado escasos y, por lo general, estaban contaminados. Algunos de ellos eran utilizados habitualmente como vertederos. Además, algunos pozos privados sufrían en parte la contaminación de los acuíferos como resultado de las actividades humanas.

Así surgió la idea de establecer en la plaza central de la bastida una fuente pública para el abastecimiento de agua potable para todos los habitantes. Sería necesario el paso de más de setenta años para la puesta en uso de este punto de agua.  Los obstáculos eran numerosos:

- Búsqueda de un manantial de agua potable y abundante, que finalmente se encontró en un lugar llamado Mandinet (próximo a la actual estación de ferrocarril SNCF);

- Creación de un conducto subterráneo que desembocaba en la plaza después de pasar por debajo de las murallas;

- Reurbanización de la plaza para la construcción del pilar y de la fuente. Esto implicó la demolición del mercado cubierto de madera que, desde la Edad Media, ocupaba una gran parte de este espacio.

El proyecto finalizó en 1770. Sin embargo, la fuente no aportó la solución esperada al problema del agua. La tubería sufría constantes fugas. El pilar de la fuente está contaminado por depósitos de basura y el agua estancada. La limpieza del pilar y las numerosas reparaciones de las tuberías se fueron sucediendo hasta que se decidió su sustitución total.

En 1832 se construyó una nueva fuente monumental de planta cuadrada con cuatro arcadas coronadas por una cúpula. Sin embargo, en 1874, al igual que la anterior y por razones similares, fue demolida.

El suministro de la ciudad con agua potable se consiguió finalmente a partir de 1889 con el establecimiento de una red de abastecimiento de las casas con agua corriente y la puesta en servicio en los suburbios de Libourne, en un lugar llamado Gueyrosse, de una estación de bombeo y de tratamiento de aguas, que todavía está en funcionamiento.

En cuanto a la fuente que puede verse desde 1973 en la place Abel Surchamp, ahí donde se habían construido las fuentes de los siglos anteriores, nos recuerda con su presencia los esfuerzos que ha tenido que hacer la ciudad para acceder al agua potable, como testimonio de que, a pesar de ser corriente, el agua no es, sin embargo, doméstica.