Panel 3 : Confluencia comercial

Un puerto activo

Contrariamente a lo que se podría pensar en la actualidad, el tráfico comercial del puerto durante muchos siglos no se orientó exclusivamente al comercio de vinos.

Entre 1272 y 1273, el rey Eduardo I realizó en Aquitania un censo de los derechos feudales percibidos en sus dominios. Esta investigación permitió constatar que en Libourne se intercambiaban las mercancías más variadas: materias primas tales como hierro, cobre, plomo y otros metales, productos acabados tales como alfarería y bisutería de vidrio, cueros, sábanas y tejidos, así  como todo tipo de ganado.

La importancia de este tráfico explica que el desarrollo urbano y la construcción de la bastida tuvieran lugar en las cercanías de los ríos. En el islote Fozera, la rue des Chais conserva, junto con su nombre inalterado desde la Edad Media, la memoria de las bodegas y almacenes de mercancías que la bordeaban.

El puerto proporcionaba trabajo a muchas categorías de artesanos y de trabajadores. Algunas de estas profesiones se centraban en los numerosos barcos que requerían mantenimiento y suministros. Eran maestros veleros, cordeleros, obreros fabricantes de poleas o carpinteros marinos.

Otras profesiones se centraban en la navegación y en las operaciones portuarias: marineros, estibadores, capitanes y estibadores o también funcionarios que trabajan en la policía portuaria. Entre los estibadores, los «sacquiers» ocupaban un lugar muy especial 

La hermandad de los Sacquiers. 

Una parte de los estibadores del puerto tenía asignada la carga y descarga de los barcos que transportan sal. Estos eran los «sacquiers».

Creada a principios del siglo XV, la hermandad de los «sacquiers» reunía a hombres y también a mujeres, tal como lo atestigua un cartel de la época, en el que figura «el apellido de los cofrades y de las cofrades en el orden alfabético de los primeros nombres». Esta hermandad recibió los favores del rey en 1451 mediante cartas de patente confirmando su estatus y privilegios.

Los «sacquiers» gozaban de un privilegio importante: el de poder tomar en nombre de su profesión «una carga de sal de un hombre en cada barco, nave o buque, que transportara sal, y que llegara y descargara en el puerto y remanso de Libourne». También llamada «sainte goutte», esta ventaja no sería abolida hasta 1742.

Este privilegio de los «sacquiers» era tanto más importante cuanto que Libourne era desde el siglo XIV uno de los pocos puertos donde el comercio de la sal estaba autorizado por privilegio real. Este monopolio contribuyó en gran medida y durante mucho tiempo a la prosperidad de la ciudad, al ser la sal un elemento indispensable para garantizar la conservación de los alimentos. 

Los ingresos obtenidos por la «sainte goutte» permitían a los «sacquiers» financiar su cofradía y mantener una capilla fundada en la iglesia de San Juan. En ella celebraban muchos servicios, sobre todo, los días 15 de enero, 3 de febrero y 25 de agosto, que eran las solemnes fiestas de sus patronos: san Mauricio, san Blas y san Luis.

Más allá de estas devociones y gracias a sus cuantiosos ingresos, los «sacquiers» desarrollaban los principios de ayuda mutua y de caridad en el seno de su oficio, anticipándose así a nuestros modernos seguros sociales. En efecto, se encargaban de «asistir a los ancianos y enfermos en todas sus necesidades, de procurar su entierro y de rogar a Dios por el reposo de su alma, de ocuparse de la atención a sus viudas, ya que, de lo contrario, se las vería a menudo en la flor de su edad reducidas a la última miseria y no teniendo más que la fuerza de su cuerpo». Las duras condiciones de trabajo agotaban a estos obreros del puerto. Este duro trabajo «les procura a casi todos una muerte temprana a la edad de unos 50 años o los deja incapacitados para poder trabajar».